La alegría en unos helados

Mi árbol bombero
08/05/2018
La Voz de Galicia – 27 de agosto del 2018
27/08/2018

La alegría en unos helados

María Calvar Giráldez (Agosto 2018)

(Publicación del relato en lengua gallega)

(Para la 19ª Edición de los Relatos de Verano de las Páginas Literarias de la Voz de Galicia 2018)

(Relato publicado en: La Voz de Galicia con fecha 27 de agosto del 2018)

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2018/08/27/span-langgl-ledicia-nuns-xeadosspan/0003_201808G27P32991.htm

La alegría en unos helados

La aventura de Gabriela comenzó con una llovizna. Los vecinos no tardaron mucho en sacar sus paraguas grises, iguales que su estado de ánimo. Gabriela llamaba la atención entre tantos rostros tristes, era la única que desprendía alegría.

Metió la mano en el bolsillo de su abrigo favorito y sacó el papel arrugado que apareciera hace meses por arte de magia en él. Todavía se podía leer la misteriosa frase que estaba escrita con una perfecta caligrafía: «Es de gran importancia que usted se reúna conmigo. El lugar de encuentro será la vieja heladería de la Plaza Mayor, en el próximo día de lluvia. Atentamente: Diego Abril». Gabriela caminaba lentamente entre la gente que corría de un lado a otro, y al llegar abrió la puerta del local que cedió sin oponer resistencia alguna. Dentro no había nadie, las luces estaban apagadas y las sillas sobre las viejas mesas.

–Buenos días –escuchó Gabriela.

Se giró y consiguió ver a un hombre de aspecto peculiar sentado en una de las mesas.

–Buenos días. ¿Eres tú Diego Abril? –preguntó.

–Sí, pero por favor, llámame Abril.

Gabriela se acercó a la mesa y se sentó a su lado. El hombre hizo un gesto con la mano y al instante apareció un gran helado justo en frente de ella y comenzó a contar la historia de la heladería mágica:

–Hace tiempo una familia de magos decidió crear una heladería, en ella hacían los helados más deliciosos de todo el pueblo, pero lo que nadie sabía era que estos dulces también eran mágicos y hacían felices a todos los que los tomaban. El único inconveniente era que los magos dejaban una parte de su magia en cada uno de ellos. La heladería fue de generación en generación hasta llegar a mí. Ahora mi problema es que no tengo ningún heredero a quien dejársela, por lo que me vi obligado a escribir la nota que guardas en tu bolsillo, y hacer que volara hasta las manos de la persona más adecuada para atenderla y, con buen criterio, llegó hasta ti. ¿Quieres ser tú la nueva heladera mágica?

–Sí, y te prometo que cuidaré de tu heladería –Gabriela hizo un gesto con la mano y otro helado apareció sobre la mesa; éste era aun más hermoso.

Diego Abril cogió con una cuchara un pequeño trozo y, cuando lo metió en la boca, desapareció sin dejar rastro.

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